IR DE PUTAS. REFLEXIONES ACERCA DE LOS CLIENTES DE LA PROSTITUCION de VOLNOVICH, JUAN CARLOS

Hace unos años, Juan Carlos se sorprendió al ver la prostitución. Es un problema social, sí: miles de mujeres, casi siempre madres, impulsadas por la falta de trabajo digno a vender su cuerpo para sustentar a sus hijos. Eso ya lo sabemos. Pero hay algo más: lo que les pasa a los hombres, consumidores de prostitución, clientes de gatos. ¿Por qué, en tiempos en los que tantos desean a las mujeres como nunca antes, tantos hombres recurren a los gatos, a los cuerpos alquilados? ¿Será por eso que preguntamos, buscamos, luchamos por la Revolución Sexual? ¿Por qué proliferan los grupos «privados» en las ciudades donde abundan las mujeres tristes que los hombres creen felices de tener sexo con ellas; ¿prostíbulos donde, para dolor añadido del cliente, se ofrecen menores de edad, «paraguayitas» indocumentadas, tomadas con engaños y convertidas en mano de obra esclava para malvados proxenetas? Nada. Ninguno de nosotros quería esto, pero aquí está y no hicimos lo suficiente para evitar que sucediera. Aquí está y lo que es peor, puede escandalizar o molestar a algunos. Cuando Juan Carlos me dijo que iba a escribir un libro con sus reflexiones sobre los clientes de la prostitución, le sugerí un título escandaloso: «hacerse putas». Quizás sea viejo, pero los «gatos» no me resultan familiares. También puede ser «Vamos al sauna», como en «Los Piratas», canción popular de Los Auténticos Decadentes. O, «¿Quién no se ha comido un gato?», una frase con un claro doble sentido que siempre circula con humor cómplice en el momento atrevido de cualquier macho de mesa. «¿Quién no se ha comido un gato?», la cruel pregunta, se refiere al corazón del fenómeno que Juan Carlos examina en este libro: la naturalización de la prostitución, la práctica generalizada de consumir cuerpos femeninos como si fueran artículos de escaparate. o un servicio como cualquier otro. No es algo exclusivo de Argentina, pero está aquí con una fuerza y ​​una frecuencia que a veces ni siquiera pensamos. En cualquier caso, es necesario pensar, pensar.